Pocas veces tanta sencillez ha escondido tanta belleza. Sólo ha hecho falta una bola roja y unos padres tan majos para conseguir estas fotos de Álvaro.
Tiene un añito y no paró de reírse en la sesión y de disfrutar con la fotógrafa que no hacía nada más que jugar con él.
Sin duda unos retratos preciosos de una dulzura y sencillez que apetece mirarlas una y otra vez.